viernes, 9 de septiembre de 2016

La Tirana del Tamarugal


Cuentan que en el otoño de 1535, salió del Cusco, rumbo a Chile, el conquistador Diego de Almagro, con unos 500 españoles y diez mil indígenas. Entre ellos llevaba, como rehenes, a Huillac Huma, último sumo sacerdote del culto del sol, con su hermosa hija de 23 años, la Ñusta (princesa).

La joven logró huir y se refugió con algunos seguidores en un oasis de la Pampa del Tamarugal, que dominó a sangre y fuego. Ejecutaba sin piedad a todo extranjero o indígena bautizado que cayera en sus manos. La llamaban la “Tirana del Tamarugal”.

Hasta que un día apareció un joven y apuesto minero, Vasco de Almeida. La Ñusta se enamoró perdidamente e inventó la forma de demorar su muerte. Peor aún, en los meses que siguieron ella se convirtió al cristianismo y él la bautizó. Cuando sus seguidores descubrieron su traición, los mataron a ambos bajo una lluvia de flechas.

Años más tarde, un evangelizador español descubrió entre las ramas de tamarugos una tosca cruz de madera. Enterado de la tragedia, levantó en el lugar una capilla.

En Chile, cada 16 de julio, se celebra la popular Fiesta de la Tirana. 

La cueva del pirata

Cuentan que hace mucho, pero mucho tiempo, hubo un pirata de nombre Francis Drake que asaltó el puerto de Valparaíso. Saqueó y robó, y obtuvo un botín tan, tan grande que no podía ser transportado por su navío a un lugar seguro.

Los piratas recorrieron cada rincón de la costa de Valparaíso. Al final descubrieron una cueva en los acantilados de Playa Ancha en la que escondieron su tesoro y además dejaron a alguien para que lo cuidara hasta que los demás piratas regresaran por él.

Pasó y pasó el tiempo y nunca volvió nadie a buscar el gran botín, pero como el centinela era muy obediente se quedó ahí para siempre.

Hoy, cuando baja la marea, si se mira desde el mar, pueden verse cien mil grietas y cuevas, y se cuenta que en una de ellas se encuentran el tesoro y los huesos del centinela.

jueves, 8 de septiembre de 2016

La laguna del Inca

Según cuenta la leyenda, el inca Illi Yupanqui estaba enamorado de la princesa Kora-llé, la mujer más hermosa del imperio. Decidieron casarse y escogieron como lugar de la boda una cumbre ubicada a orillas de una clara laguna. 

Cuando la ceremonia nupcial concluyó, Kora-llé debía cumplir con el último rito, que consistía en descender por la ladera del escarpado cerro. El camino era estrecho, cubierto de piedras resbalosas y bordeado por profundos precipicios es por esto que la princesa, mientras cumplía con la tradición, cayó al vacío.

Illi Yupanqui, al escuchar los gritos, se echó a correr, pero cuando llegó al lado de la princesa, ella estaba muerta. Angustiado y lleno de tristeza, el príncipe decidió que Kora-llé merecía un sepulcro único, por lo que hizo que el cuerpo de la princesa fuera depositado en las profundidades de la laguna.

Cuando Kora-llé llegó a las profundidades envuelta en blancos linos, el agua mágicamente tomó un color esmeralda, el mismo de los ojos de la princesa. Se dice que desde ese día la Laguna del Inca está encantada. Incluso hay quienes aseguran que en ciertas noches de luna llena el alma de Illi Yupanqui vaga por la quieta superficie de la laguna emitiendo tristes lamentos.

viernes, 19 de agosto de 2016

El origen del Calafate

Cuando los selk’nam habitaban Tierra del Fuego, solían agruparse en diversas tribus. Dos de ellas se encontraban en gran conflicto y los jefes de ambas comunidades se odiaban hasta la muerte. 

Un día, cuando el hijo de uno de los jefes paseaba por el campo, se encontró con una bella joven de intensos ojos negros y se enamoró de ella. Lamentablemente, esta hermosa joven era la hija del enemigo de su padre. Los jóvenes acordaron que la única manera de verse era a escondidas y así lo hicieron… hasta que un día fueron descubiertos por el brujo de la tribu de la niña. 

Para separarlos, el brujo condenó a la joven, transformándola en una planta que conservó toda la belleza de sus ojos negros, pero con espinas, para que su enamorado no pudiera tocarla. 

Pero el amor era tan fuerte que el joven nunca se separó de esta planta y murió a su lado. 

Por eso, quien logre comer el fruto de este arbusto estará destinado a regresar a la Patagonia, pues nadie puede separarse del poder de amor que hay en el calafate, nos atrae a él y no permite que nos marchemos por mucho tiempo.

miércoles, 17 de agosto de 2016

El Caleuche

Se cuenta en Chiloé, que por sus mares y canales, navega un buque fantasma que llaman el Caleuche. En las noches oscuras va radiante e iluminado y a bordo se escucha música sin cesar. 

Para no ser visto durante la noche, se oculta en medio de una densa neblina que él mismo produce. Durante el día, tampoco se le puede ver porque se hace invisible o se convierte en una roca y sus tripulantes, poderosos brujos, se transforman en lobos o aves marinas.


Las personas que han muerto ahogadas son recogidas desde las profundidades del mar por este misterioso barco. Según las creencias, viven en él por siempre con grandes fiestas y música muy alegre. Además pueden ver las ciudades del fondo del mar y sus tesoros.

Si bien la embarcación brinda un hogar a quienes han naufragado, no es tan buena con quienes se han atrevido a mirarla de frente. Quien lo haga, puede quedar con la boca torcida o con la cabeza vuelta hacia la espalda. 

La Pincoya

Cuenta la leyenda, que en los mares de Chiloé habita una sirena que tiene el poder de acercar o alejar a los seres vivos que viven en el mar. A esta sirena, le llaman la Pincoya.

Cada mañana, la Pincoya sale de las profundidades del mar y baila en la playa. Cuando la Pincoya baila mirando hacia el mar, significa que la pesca será abundante. Pero si la Pincoya baila dando la espalda al mar, los pescadores se entristecen, porque se alejarán los peces y mariscos.

La Pincoya cuida la riqueza del mar. Si los pescadores pescan o sacan mariscos siempre en el mismo lugar, ella se enoja y lo abandona. Entonces ese sitio puede quedar sin peces y mariscos para siempre.

La piedra del puma

Se cuenta que en el cerro Yevide de San Felipe, vivían muchos leones de montaña, también llamados pumas. Entre ellos, una leona con sus dos cachorros.

Un día la leona tuvo que dejar a sus hijos para buscar comida. Con mucho cuidado, dejó durmiendo a los cachorros junto a una enorme piedra.

Cuando la leona regresó los cachorros no estaban, pues unos cazadores se los habían llevado. La madre, desesperada, los buscó sin descansar, pero no obtuvo resultados.

Al llegar la noche, la leona, sin fuerzas, se echó a dormir junto a la piedra. Si dice que en todas partes se escuchaban sus lamentos.

Para sorpresa de los lugareños, después de ese día nunca más se volvió a ver un solo puma. Todos se habían ido del cerro Yevide, y lo único que había quedado era la piedra.

En las noches de invierno, la gente del lugar suele escuchar el gemido de la leona, y dicen que es su alma, que aún reclama a sus hijos.
   

El Alicanto

Cuenta la leyenda, que entre los cerros de minerales de la zona norte de nuestro país, existe un ser mitológico cuyas apariciones son esperadas con ansias por los buscadores de fortunas. Esta criatura es el Alicanto, un pájaro fabuloso que se alimenta con oro y plata. 

Su tamaño es enorme; posee grandes alas de color metálico, un pico encorvado y patas alargadas con grandes garras. Sus alas brillan durante la noche: si su alimento ha sido el oro, lanza reflejos dorados, y si ha sido plata, los destellos son plateados.

El Alicanto puede guiar a los lugares exactos donde hay ricos yacimientos o a puntos donde hay algún tesoro enterrado, pero quienes deciden perseguirlo no deben ser vistos por él. Si así ocurre, desorientará al minero caminando a veces lento, a veces rápido, o desaparecerá y reaparecerá, hasta que finalmente le arrojará una luz muy fuerte que lo traspasará, dejándolo ciego de un camino o al borde de un precipicio.

Leyenda de los Payachatas

Cuenta la leyenda que hace muchos años, en territorio Inca, vivían dos tribus enemistadas. Las constantes peleas y discusiones por las tierras hacían que su convivencia fuera casi imposible.

Un día, el destino quiso que el príncipe y la princesa de los respectivos pueblos se encontraran. Desde ese instante comenzó a crecer entre los dos un amor puro y sincero, superior a los conflictos de sus pueblos.

Cuando las familias se enteraron de este romance intentaron impedir la relación de los príncipes a través de todo tipo de hechizos, sin embargo no tuvieron éxito. Tan inútiles resultaron los esfuerzos de las tribus, que decidieron sacrificarlos para que nunca llegaran a estar juntos. En una noche oscura y sin luna, los príncipes fueron asesinados.


Era tanto el amor de la pareja que hasta la naturaleza sintío pena por ellos. Llovió y llovió por días y noches y una enorme tormenta asoló la región. 


Las dos tribus desaparecieron, producto de las inundaciones y en lugar de ellas aparecieron dos hermosos lagos por donde se ha visto pasar en pequeñas canoas a los dos príncipes finalmente juntos.

Los lagos creados por las intensas lluvias son el Chungará y el Cota-Cotani. La naturaleza no contenta con este homenaje, puso en el lugar de las tumbas de los jóvenes dos volcanes: El Parinacota y el Pomerame.

La Añañuca

En un pueblo montañoso, a orillas de la cordillera, vivía una hermosa joven llamada Añañuca. Un día, un minero que andaba en busca de una mina de oro se detuvo en el pueblo y conoció a la joven. Ambos se enamoraron, por lo que el muchacho decidió quedarse en el pueblo.  

Una noche, el minero tuvo un sueño que le indicó donde se hallaba la mina con la que había soñado por tanto tiempo. Al día siguiente partió a buscarla. La joven, muy triste,  esperó y esperó, pero el muchacho nuca volvió.

La hermosa joven murió de pena y fue enterrada un día lluvioso en pleno valle. Al día siguiente salió el sol y el lugar se cubrió de flores rojas que recibieron el nombre de añañucas.