Cuenta la leyenda que hace muchos años, en territorio Inca, vivían dos tribus enemistadas. Las constantes peleas y discusiones por las tierras hacían que su convivencia fuera casi imposible.
Un día, el destino quiso que el príncipe y la princesa de los respectivos pueblos se encontraran. Desde ese instante comenzó a crecer entre los dos un amor puro y sincero, superior a los conflictos de sus pueblos.
Cuando las familias se enteraron de este romance intentaron impedir la relación de los príncipes a través de todo tipo de hechizos, sin embargo no tuvieron éxito. Tan inútiles resultaron los esfuerzos de las tribus, que decidieron sacrificarlos para que nunca llegaran a estar juntos. En una noche oscura y sin luna, los príncipes fueron asesinados.
Era tanto el amor de la pareja que hasta la naturaleza sintío pena por ellos. Llovió y llovió por días y noches y una enorme tormenta asoló la región.
Las dos tribus desaparecieron, producto de las inundaciones y en lugar de ellas aparecieron dos hermosos lagos por donde se ha visto pasar en pequeñas canoas a los dos príncipes finalmente juntos.
Los lagos creados por las intensas lluvias son el Chungará y el Cota-Cotani. La naturaleza no contenta con este homenaje, puso en el lugar de las tumbas de los jóvenes dos volcanes: El Parinacota y el Pomerame.
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